Las criatura invisibles

Escrito por: Juan Martín Hernandez. 9 años. AGUA

Había una vez en un lejano pueblo de Colombia cerca de Mitú en la selva amazónica una niña de un año que se llamaba Ana, le encantaba jugar en la naturaleza, ensuciarse y estar con los animales. Vivía en una linda casa de madera decorada con plantas, flores y una entrada de piedras, además la casa tenía una vista a un río donde tenían un pequeño muelle.

Ana tenía un hermano que se llamaba Martín de nueve años a él también le gustaba jugar con los animales y nadar en el río. Ana al cumplir siete años se dio cuenta que podía ver todas las plantas y seres vivos invisibles, ese mismo año cuando cumplió siete le regalaron su propia canoa de madera, desde ese día todas las mañanas después de desayunar iba al rio, se metía y empezaba a nadar en busca de nuevos peces y plantas que metía en una caja de vidrio con agua. Al llegar a su casa, metía los animales que había encontrado dentro de un acuario que ella misma había construido.

Ana había construido también su propia cabaña, con palos, el techo con hojas y el piso con paja. Adentro estaba el acuario, una pequeña mesa en la que se sentaba todos los días a escribir lo nuevo que había descubierto. También tenía una cama en la que a veces se quedaba dormida mientras escribía.

Un año después, cuando tenía ocho años, le llego una carta a su casa invitándola a hacer una expedición a una gran montaña en la que tendría que escalar, soportar frio y dormir en medio de la naturaleza. Aunque tenía un poco de miedo decidió ir porque quería vivir nuevas aventuras y hacer nuevos descubrimientos.

Ana inició la expedición con un grupo de exploradores. Era un viaje largo, tuvieron que tomar primero un avión nueve horas de Bogotá hasta Santiago de Chile, luego en tren tres horas hasta un pequeño pueblo y finalmente en carro una hora hasta llegar a torres del Paine, un parque natural en el sur de Chile. Cuando llegaron, empezaron a caminar, el primer día les fue bien porque les hizo sol y lograron caminar mucho, pero el segundo hizo más frio, había más viento, pero aun así lograron llegar a su destino. De ahí empezaron a explorar en el bosque, lo nuevo que encontraban lo anotaban, le ponían un nombre y lo metían en una caja, así lograron conseguir más de 100 nuevas especies. Al volver a la ciudad los investigaban y le tomaban muestras para conocer más sobre esas nuevas especies las cuales nadie conocía ya que eran invisibles y solo Ana tenía el talento de ver lo invisible.

Ana al volver a casa ya era súper conocida por hacer tantos descubrimientos, años después la volvieron a invitar a hacer nuevos descubrimientos, pero esta vez en los océanos, ahí también descubrió muchas criaturas de colores y tamaños diferentes.

Al cumplir once años ya había ido a quince países y había descubierto trescientos animales nuevos tanto en el mar, como en el aire y la tierra, desde áridos desiertos hasta lo más profundo del océano.

Al volver de tantos viajes sus papás le tenían un regalo muy especial, lo empezó a abrir con emoción, era un gran microscopio, los papás le dijeron a Ana que pensaron en este regalo para que pudiera ver con mucho más detalle sus nuevos descubrimientos.

Ana cuando ya era adulta continúo viajando por todo el mundo, ganando muchos premios y dando charlas sobre estas nuevas especies que el mundo no conocía. También escribió muchos libros sobre naturaleza. Gracias a ella encontraron muchas plantas curativas para sanar múltiples enfermedades, pero jamás olvido ir al país que tanto amo por siempre, el país donde nació y donde estaba toda su familia, Colombia.

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